martes, 15 de julio de 2008

Video killed the radio star

Tenía yo 12-13 inviernos cuando decidí que yo tenía que ser una estrella mediática!

A esa temprana edad no se me ocurrió otra cosa más estúpida que dar el salto a la fama escribiendo al "Superpop" y mandar una pregunta del pelaje "¿qué me saldrá antes, las tetas o las muelas del juicio?. No recuerdo si alguna vez me contestaron o mi pregunta quedó en la redacción para los anales de la historia como la pregunta más estúpida del mundo.

Con 16 años yo seguía empeñada en participar del circo audiovisual dejando mensajes en el contestador automático de un programa de radio nocturno que se llamaba "La Gramola" en el que un señor con voz lánguida pinchaba las canciones que otros pedían en el contestador. Eso sí, mis mensajes se limitaban a decir cosas como "hola, me llamo So... pi, pi, pi", "buenas noches, pi, pi, pi" o "soysoniayquierodej...pi, pi, pi" y es que mi madre siempre entraba en la habitación para ver si estaba estudiando justo cuando llevaba una hora marcando y por fin habían dejado de comunicar. El locutor de voz lánguida (¿Joaquín Guzmán?) tuvo que decir on line que había un oyente que parecía tener problemas telefónicos, que el elegiría una canción por mí para que no siguiera intentándolo.

No contenta con eso, hace unos meses tomé la firme decisión de que yo, el Bicho Bola, tenía que ser una importante figura mediática. Me puse entonces a buscar programas de televisión en los que participar. Podía haber elegido Gran Hermano y terminar siendo colaboradora de algún programa vespertino, tuve opción de escribir a Pasapalabra y quedar en ridículo delante de toda España para marcharme a casa con 60 euros, incluso podía haber llamado a La Noria o Salsa Rosa y decir que yo le vi una vez la coronilla a un amigo de una ex-novia de Paquirrín y haberme financiado con ello unos viajecitos...pero no, ante todas esas posibilidades elegí el único programa en el que haces el ridículo sin llevarte un duro (además del Grand Prix) y "pallá" que me fuí al programa de la hermanísisisisima Arguiñana.

Lo primero que tuve que hacer es marcharme vestida sin rayas, ni cuadros, ni blanco ni negro y peinada de peluquería a un caserío perdido en el monte a las afueras de San Sebastián. Una vez conseguido el reto, me pintaron como una puerta y me metieron en un plató que era un decorado de cocina para hacer de alumna de la repostera más famosa de Zarauz y aprender una receta que luego tendría que poner en práctica en mi casa mientras seis señores vascos ocupaban la morada y la llenaban de cámaras, focos, pantallas de luz y equipos de sonido.

La experiencia, tanto en aquel plató como en casa fue nefasta. Allí me limité (tal y como me ordenó un redactor) a hablar bajito, no hacer bromas, no hablar más que la prota, no mirarla y no acercarme mucho para que no se notara que yo mido 20 centímetros más que ella. Luego, en mi casa, tuve mi minuto de gloria ante las cámaras sudando como Camacho porque la muy repostera de Karlos Arguiñano me hizo preparar un corderazo a las cuatro de la tarde en pleno mes de Julio en Madrid con 40 grados a la sombra. Mis invitados a esa mediática cena sufrieron el tener que repetir mil veces las tomas y, encima, emitir un veredicto sobre mi creación culinaria a las siete de la tarde.

Después de estas experiencias creo que, definitivamente, aborto la misión de ser estrella mediática y paso a concentrar todos mis esfuerzos diarios en rezar a 20 Dioses distintos para que el Euribor no suba...

1 comentario:

AdR dijo...

Es tu post más largo y uno de los más graciosos :)

Ansioso por ver el vídeo me tienes. Tendremos que esperar.

Besitos