Hoy he empezado a hacer ejercicio. Llevaba mucho tiempo queriendo empezar otra vez a tener la rutina de una vida sana pero he de reconocer que el otro día, cuando me miré al espejo, me di cuenta que mi silueta se parece más a la de una botella de Baileys que a un cilindro, una campana o como quiera que se le llame ahora a las que nos sobran unos cuantos cientos de gramos.
Aquí en la oficina tenemos un gimnasio y eso, dicho así, queda estupendo ¿verdad?, pero no, el sitio donde nosotros hacemos gimnasia se parece más a las cuevas de Altamira que al Holiday Gym, pero es que no hay otra cosa y no pienso pagar por sudar en un sitio mejor decorado, porque al fin y al cabo, el sufrimiento es el mismo.
En nuestro gimnasio tenemos un montón de máquinas para hacer ejercicio que están estratégicamente orientadas para que, mientras sudas, te veas reflejada y te des cuenta de cuánto necesitas tu el gimnasio…
Después de una hora de ejercicio cardiovascular he ido a comer un delicioso plato de espárragos blancos mientras mis compañeras “las flacas” se metían para el cuerpo un montón de empanadillas, croquetas y un arroz con leche…eso para mi, que me gusta comer, se me hace más cuesta arriba que todo el ejercicio de antes.
Ahora estoy muerta de cansancio, tengo un hambre horrible y sólo me sale echarle la culpa de todo esto a la “sociedad de consumo” que siempre tiene la culpa de todo.