Todos tenemos algo que va con nosotros a todos los lados y que no tiramos nunca. Si, esa chapa del Pryca del 83, el boli con el que hiciste el examen de selectividad o el póster de los New Kids on The Block que te regalaron con la edición número 800 del SuperPop.
Tengo una amiga que viaja siempre con una moneda de 5 pesetas de las de Franco que encontró en el piso que alquiló en Suecia en el 92, otra amiga, jamás tiraría una caja con las notitas que se tiraba con sus compañeros del cole ni tampoco se desharía de un lazo del pelo que no ha lavado desde el 84!!
Yo, que cuando viajo parezco una folclórica y toda su trouppe por la cantidad de cosas que llevo, siempre olvido llevar la pasta de dientes pero sin embargo, nunca me monto en un avión sin mis calcetines “de la suerte”, y no es por superstición, ni porque tengan triple airbag para que, en caso de colisión pueda partirme la crisma pero no pueda soportar torcerme los tobillos, sino por rutina, una rutina absurda…
Dicho esto, me voy a zurcir los calcetines, que tengo un viaje en puertas y creo que la última vez me pareció ver cómo el dedillo gordo hacía una aparición estelar cuando me quité los zapatos para disfrutar de un vuelo de diez horas!